


















La danza me ha permitido expresar el amor, la ternura, la solidaridad, la danza me ha permitido la alegría, ser festivo.

Cuando se encienden las luces que encienden la coreografía y lo que vas a hacer, te transformas, es algo mágico.

La Danza es un camino y sigue siendo para mí un misterio. En este caminar he tratado de decir todo lo que mi corazón ha necesitado hablar.

Me siento muy viva, me siento que transito otros territorios que muchas veces no están explorados.

Me siento vivo, me siento lindo, me siento hermoso, me siento dueño del mundo en ese espacio, en ese momento de la creación.

La canción en sí que es música y palabra llegue y te desubique y te cuestione también, es como una invitación a «tienes que cantarme».

La música es el arte que vive más el presente, nace y vive del presente, después se acaba y se va a otras dimensiones.

La danza está en cada paso trascendental del hombre y de la mujer, no lo podemos obviar.

Alrededor de los 14 años no quería llegar al mundo de los adultos, quería quedarme en el mundo de los niños.

La música es un camino lindísimo lleno de flores, lleno de espinas, lleno de personas, lleno de lugares, para mí ha sido un camino para poder conocerme y descubrirme.

Malayerba nunca muere, dicen… porque todo muere, pero para mi Malayerba me dio un piso en mi vida.

El arte en sí es un dispositivo fundamental para la cultura en el mundo.

Un maestro poeta siempre me decía: mira, tienes que lograr que la intuición se haga expresión…

Yo prefiero el teatro en esa madurez que van adquiriendo los personajes a partir de cada función.

El actor es alguien que tiene que nutrirse, nutrirse permanentemente y nutrirse de la realidad.

La música instrumental para mi tiene una virtud que puede evocar una mayor gama de sentimientos y senssaciones.

Mi oficio es el de plasmar en una fotografía una historia que sucede en el escenario, un momento clave de la realización de un evento artístico.
